Fotografía de Kimberley Ross.
Jose Luis Santiago.
En los últimos tiempos, algunas de las propuestas musicales que más nos han llamado la atención venían manufacturadas por jóvenes solistas que daban la sensación de tener un gran control sobre su música y su carrera. No se trata solo de buenas intérpretes sino de autoras y compositoras creativas y con talento que transmiten además una sensación de poderío artístico, escénico y personal ante su público. Además en estilos musicales muy diversos y con propuestas en algunos casos arriesgadas. Así que nos pusimos a hacer una lista (35 años de tope) y nos salieron tantas que vamos a ofreceros la segunda entrega y probablemente nos quede alguna otra. Y de momento sigue sin aparecer Rosalía.
Ann O’Haro, la música como terapia y salvación.
Ya os dijimos que esta francesa de Isla Reunión que ahora tiene 29 años fue el desencadenante de esta serie de artículos. Así que vamos con ella. Cuando se escucha por primera vez su disco, nos encontramos con una voz suave pero no que no suena dulce, que a veces canta sin instrumentación, a veces más bien recita, acompañada en ocasiones de percusiones tradicionales de la isla o de uno o dos instrumentos. Es una música audaz y contemporánea pero que también suena a la tradición del folclore de la isla (al maloya, uno de sus géneros musicales). El disco deja una sensación, enmascarada por la precisa voz de Ann, de cierta oscuridad y desasosiego. Conmueve y sacude. Si uno no entiende el idioma criollo, que es lo normal, es cuando se lee la historia de esta mujer cuando se entiende el por qué de esa sensación. Ann sufrió una infancia terrible, con abusos y violaciones por parte de un padre incestuoso que acabo suicidándose y de eso es de lo que hablan varias de sus canciones, con poesía y sin pudor, utilizando la música como terapia para exorcizar esos demonios. Con una tremenda valentía. El vídeo con el que os dejamos es lo suficientemente claro.
Rosario “la tremendita”,ya lo dice su nombre.
Escuchamos por primera vez el nombre de la “La tremendita” cuando no se hablaba de otra cosa que no fuese Rosalía. Alguien en algún artículo la nombraba como ejemplo de artistas jóvenes y audaces con el flamenco, pero a los que no se les prestaba tanta atención. Rosario es de familia flamenca, así que la excusa del apropiacionismo cultural, en este caso no vale. Nos sorprendió el primer vídeo de ella que vimos en Youtube: pelo largo por un lado, cabeza rapada por otro y chupa de cuero en lo que bien podría ser la estética de una cantante de punk. Tocando un bajo eléctrico y cantando una zambra. Inusual cuando menos.
En alguna de sus entrevistas relata como su juventud era un ir y venir de concurso en concurso por las peñas compitiendo con gente de 50 años, hasta que un día le dijo a su padre que quería seguir su propio camino. Su bagaje con 35 años es extenso: estudió solfeo y piano, toca varios instrumentos, ha ganado varios de los concurso más importantes de flamenco del país, ha cantando para bailaoras como Belén Maya y Rocío Molina y ha sido la directora artística y creativa de algunos de espectáculos musicales y de baile. El año pasado sacó su su cuarto disco Delirium Tremens, un álbum de flamenco (de fusión flamenca si sois muy tiquismiquis con este tema) enfocado también como un espectáculo en vivo con varios músicos y con el público interviniendo en la acción.
Respecto a eso de la “fusión flamenca” y las críticas a las que siempre se exponen estos músicos lo mejor es que lo explique ella misma.
Al final una se da cuenta que si cantas porque cantas, que si eres flamenca porque has vivido así, porque tu familia es así, porque vienes de un lenguaje natural que es flamenco da igual si la taranta la haces con un bajo eléctrico o con una bandurria. Eso es flamenco.
Una entiende que una es flamenca, porque una es flamenca hasta comiéndose una tostada, pero que luego tiene un discurso, porque conoce otras disciplinas, tiene inquietudes, ganas de evolucionar y aprender, que al final lo que hacen es aportar a mi arte.
Cortney Barnett, la gran esperanza aussie del indie rock.
Dos discos muy recibidos por crítica y público han situado a esta australiana de 31 años como una indiscutible referente femenina del indie rock a nivel mundial. Cortney ha caído de pie en el negocio musical, al menos de momento. Buenas críticas, colaboraciones aquí y allá y una especie de sensación de que el público y los medios le tienen cariño. Quizá ayude a ello esa apariencia de joven despistada y desaliñada de ojos grandes, encorvada y con el pelo alborotado (si no lleva la gorra puesta). Una aspecto muy noventero, década que también está bastante presente en su música. Barnett tiene un humor ácido y particular que va haciendo presente mediante esa manera de cantar en apariencia desganada que es marca de la casa. Como mucha de las presentes en estos artículos la australiana es una activista feminista y en muchas delas letras de su último disco Tell Me How You Really Feel habla de diversas cuestiones respecto a las situaciones vividas por las mujeres en la sociedad actual como en esta descarga “harveyana” de su último disco con el explícito título “I’m not your mother, I’m not your bitch”
Jamila Woods, el black power contemporáneo.
Si hay un sector de la música actual lleno de jóvenes poderosas probablemente es el del R&B (o arenbí, si lo preferís) Hay nombres por todos conocidos, pero vamos con el de una recién llegada que nos gusta especialmente. No nos equivocamos si defeinimos a Jamila como una activista social y política, negra y feminista, en la estela de otras como Angela Davis o en el terreno musical, Nina Simone.
A sus 30 años Jamila esta especializada en estudios aficanos, es poeta con varias publicaciones, y participa de forma permanente en acciones sociales y de formación, que en muchos casos tienen que ver con la reivindicación de los derechos de las mujeres negras, aunque no exclusivamente.
Tras el enorme impacto que supuso aquel debut discográfico (Heavn, publicado en 2017), con su segundo álbum continúa la labor de recuperar y dignificar iconos negros que rompieron los barrotes de la jaula donde la sociedad les quería encerrar. El título del disco (Legacy, Legacy!) y los nombres y a quien están dedicadas las canciones, dejan bien clarito sus intenciones (Basquiat, Sun Ra, James Baldwin, Muddy Waters, o incluso Frida Kahlo, entre otros).
Kadhja Bonet, prodigio musical.
No hay certeza sobre edad de Kadhja, pero seguro que no llega a los 30 años. De hecho hay escasa información biográfica sobre ella porque se mantiene esquiva a los medios de comunicación. Sabemos que es una de los siete hijos un cantante de ópera y de una violonchelista y que su formación musical iba para violinista clásica.
Su primer disco, The Visitor, es una colección de canciones fascinante e hipnótica muy difícilmente clasificables en cuanto a estilo y difícilmente ubicables en el tiempo. Son melodías y sonidos del pasado, pero traídos desde el futuro. “Psicodelia pop-soul” es una etiqueta que puede valer, pero sin duda la propuesta musical de Kadhja es única y personal y por la misma línea continua su reciente segundo disco, Childqueen. Tan personal que ella lo hace absolutamente todo en sus discos: toca todos los instrumentos (violín, viola, flauta, sintetizadores, guitarra, etc), canta, hace los coros y además produce y mezcla sus discos. Kadja es puro talento musical. Oiremos hablar bastante de ella.
Mattiel, actitud y frescura rock and roll.
Esta joven que no llega a la treintena se crió sola con su madre en una granja en una pequeña localidad al sur de Atlanta. “Entonces otra cantautora folk” diréis. Pues no, Mattiel se mueve en un terreno en el que encontramos muy pocas mujeres con carreras en solitario: el del rock, R&B y pop garagero de ascendencia sixtie. Lo suyo es hacer singles pegadizos y en su dos discos hasta la fecha da muestra de ello. Además acompaña su música con una puesta escena con cierta teatralidad provocadora y gamberra, que es algo que siempre ayuda a hacer que el resultado resulte más divertido: una auténtica frontwoman. Sería así como un cruce entre el movimiento Riot Grrrl y los girl groups de los 60. Algo tendrá que ver en todo ello sus estudios y sus trabajos como diseñadora que ha conseguido involucrar en su proyecto musical ya que es ella la que idea, dirige y monta alguno de sus videoclips y la que se encarga de la estética de algunos carteles e imágenes utilizados para el desarrollo de su carrera musical. Os dejamos con este divertido vídeo en el que, disfrazada a lo Vincent Gallo, parodia algunas de las poses y actitudes más machirulas de parte del rock and roll.
Little Simz, no todo es R&B.
Simbiatu ‘Simbi’ Abisola Abiola Ajikawo, conocida como Little Simz tiene otro de esos currículum artísticos que a sus 25 años resulta un tanto apabullante. En su carrera como actriz la podemos encontrar en algunas series para Netflix y para canales del Reino Unido. En su meteórica trayectoria musical tiene ya varias mixtapes, EP’s y tres álbumes y se ha convertido en una referente del rap a nivel internacional. Un rap orgánico más cercano al old school, al soul y al funk, que a los sonidos del R&B que vemos mayoritariamente entre las jóvenes artistas negras anglosajonas. Insiste en sus entrevistas, aunque no lo parezca, que es un persona muy tímida y reservada. No es la sensación que da, pero quizá estas palabras lo expliquen: “me subo al escenario y me siento imbatible y empoderada”.
Kelsey Lu, extraña e hipnótica belleza.
Hay algo que emparenta a nuestra primera música del artículo, Ann O’aro, con la última, tanto en sus complicadas vidas en lo personal, como en su extraña e hipnótica belleza en lo musical. Su primer álbum, Church, nos dejo fascinados hace un par de años: ella, su voz, su cello y pedales de loops. Nada más. El vídeo de su canción «Dreams» con el que luego os dejamos, contribuía a esa sensación de estar ante algo tan peculiar como magnético. Cuando investigamos un poquito más, la singularidad de Kelsey aumentaba: el disco se llamaba Church porque se había grabado en una iglesia de Brooklyn en una sola toma, así que esas atomósferas reverberantes y espaciales que tenían las canciones estaban perfectamente justificadas y buscadas.
Kelsey es hija de dos testigos de Jehová. Cuando tomó conciencia de las muchas prohibiciones que la rodeaban tanto en los personal como en lo musical, decidió marcharse de su casa. Tenia apenas 18 años, ahora 28. Viniendo de un comunidad de testigos de Jehová imaginamos que han sido 10 años de intensos cambios. Preparando el artículo hemos descubierto que tiene nuevo disco. En una primera escucha parece que aunque sigue sonando interesante, se la han llevado a terrenos un poco más convencionales musicalmente hablando. Lo normal, la chica tiene un enorme potencial musical y escénico.