Foto de Galia Unplugged.
Claudia Carrasco.
Una se pasa seis meses en un país ajeno y cuando vuelve al hogar se da cuenta de que lleva seis meses sobria, ni un solo concierto en el pasado reciente, y le invade la ansiedad. Hay que remediarlo.
Así llegamos al 20 de marzo, reencuentro de amigos, dos expatriados y una del bando nacional. Una vez compartido el informe de los últimos meses estamos algo exhaustos. Bueno, eso y que hay que hacer tiempo hasta que empiece el concierto, así que nos metemos a un bar de esos que están siempre en las esquinas cuando uno los necesita.
Ahora toca la fase de exponer y debatir nuestras frustraciones y aspiraciones actuales, el trío calaveras contra el mundo. Pero todo sienta mejor si se acompaña de un pincho de tortilla. Gastronomía y música, sin duda la solución más viable para facilitar la toma de contacto con el territorio español.
De vez en cuando y si uno tiene mucha suerte, puede llegar a encontrar una especie que va camino de la extinción: artistas sinceros, humanos, imperfectos y críticos. De esos que no tienen miedo de confesar sus fallos, que incluso los reconocen públicamente.
Nosotros tuvimos mucha suerte ese día, en el bar Fotomatón de Madrid, un lugar que no tiene nada que envidiarle al camarote de los hermanos Marx. Aproximadamente cuarenta personas allí enlatadas estábamos a punto de iniciar lo que más que un concierto fue una conversación.
The New Raemon sube al escenario, él solo, acompañado de su guitarra, “esa es la cutre”, nos dice, porque la nueva se le rompió hace poco. Nos pide que no usemos los móviles, cree que podremos hacer el esfuerzo. Y empieza a tocar, un concierto enteramente acústico, una maravilla.
Y real, cercano. Alega al hecho de ser humano el no acordarse de la letra de una de las canciones, creo que todos los allí presentes pudimos comprenderlo. También decide que está harto de cantar siempre los mismos temas, no quiere tocar sus éxitos comerciales, confiesa que algunos ni siquiera le parecen buenos. Y todo se convierte en anécdota tras canción: cómo consiguió su guitarra timando a un amigo suyo que seguramente estaba entre el público, sus etapas de recesión amorosa…
Y todos escuchando, alucinados, porque claro, quién iba a suponer que aquel concierto iba a convertirse en una entrevista sin ninguna clase de pretensión. The New Raemon se nos presentó esa noche sin colorantes ni grasas saturadas en su forma esencial. El mayor mérito que puede otorgarse a un artista, y el mayor regalo que puede concederse a un fan.
¡¡¡Gracias por un artículo que invita a leerlo desde la primera palabra!!! Me gusta el estilo, cómo lo cuentas..sigue relatándonos tus conciertos,por favor. 🙂
Muy bueno. ¡Qué bien sabes hacer honor a tus maestros! Quiero leer muchos más.