Decía Noel Gallagher en una entrevista que tiene ya algunos años que no solía juntarse con músicos “porque son unos malditos idiotas” (ejem…) . No parecía estar pensando únicamente en su hermano, cuya estulticia debe tener de sobra comprobada. No es que vayamos a convertir ahora unas palabras de Noel Gallagher en dogma de fe, pero es que este siempre ha sido uno de mis temas musicales favoritos: cómo encaja el fenómento fan y la idolatría que practicamos hacia determinados músicos, con que sean unos capullos, gilipollas o idiotas, como dice el propio Noel.
Todo aquel para el que la música es algo importante en su vida ha tenido de ídolos a determinados músicos, bandas o cantantes en algún momento de su vida. Afinidades que van más allá de que te encante la música que hacen, aunque suelen ser consecuencia de ello.
Quién no ha sentido en algún momento de su vida que determinada banda o cantante estaba reflejando lo que sentía o lo que pensaba en ese momento. O que su música o alguna canción, en un momento dado, ha sido como una especie de cura o bálsamo para determinada situación emocional. O simplemente que las canciones de “fulatino” te hayan estado acompañando en momentos importantes de su vida. Es casi imposible que esas cosas pasen y que nos sientas admiración por los músicos que te lo han provocado. Una admiración que incluso en ocasiones puede llegar a convertirlos en modelos de referencia a nivel personal, sobre todo en edades más adolescentes y juveniles.
Por supuesto yo los he tenido en diferentes momentos de mi vida: Billy Corgan, Eddie Wedder, Anthony Kiedis, Nina Simone, Radiohead, Josele Santiago, Caetano Veloso, Kiko Veneno, Jimi Hendrix, Tom Waits o hasta Julieta Venegas, por decir solo algunos. Entre ellos hay auténticos capullos a tiempo completo o solo a ratos. Lo fui descubriendo con los años. ¿Ha afectado eso a la concepción que tenía de ellos? Evidentemente. ¿Ha afectado a lo que pienso sobre su música? Solo un pelín.
Sigamos con las preguntas. ¿Qué ocurre, que el porcentaje de capullos dentro del mundo musical es mayor que en otros ámbitos en la sociedad? Sin ningún estudio estadístico por medio, me atrevería a decir que sí (hagamos caso a Noel). Podemos extender si queréis el radio de acción al “mundo artístico” en general, el cine por ejemplo es otro campo abonado al engreimiento y la estupidez
Voy a ser un tanto injusto en las siguientes líneas por la elección de nombres que aparecerán por aquí. Pero así es la vida y como a ellos les va a importar una mierda lo que diga pues haré lo que me parezca. No voy a ser complaciente y ocultar las miserias de aquellos músicos que me encantan y atizar a los que me caigan mal. Habrá de todo.
Por cierto, que el capullismo no es exclusivo de las grandes estrellas. No hay que ser extraordinariamente famoso, ni mundialmente conocido en el mundo de la música para haberse convertido en un gilipollas. A algunos ya les vales con un par de cientos de personas en uno de sus conciertos para fliparse.
Narcisismo, egocentrismo, divismo, egolatría.
Las manifestaciones de capullismo son de lo más variadas, pero ciertamente muchas de ellas vienen de este tronco común. Por ejemplo, se muere un músico y para recordarlo o despedirte de él en redes sociales, cosa a la que nadie te obliga, por cierto, decides escribir este tweet.

“Yo, me, mí, conmigo”. Le dieron bien a Loquillo por este tweet (con razón). Algunos diréis que no es para tanto y podéis estar en lo cierto, pero desde luego no es elegante y es bastante egocéntrico. Si has tratado con “El Loco” en algún momento de tu vida o has seguido medianamente sus entrevistas y declaraciones no te sorprenderá demasiado. Tiene uno de los síntomas más habituales que se da entre las personas que se tienen si mismos en altísima estima: hablar de si mismo en tercera persona. “El Loco no se qué, El Loco no se cuanto”. Es verdad que “El Loco” no engañaba a nadie y ya lo avisaba desde el inicio de su carrera en una de sus canciones más populares.
La vanidad llevada al extremo en diversas formas es algo muy habitual en el mundillo musical. Es perfectamente comprensible por un lado. Si estas rodeado de gente que te adora y te dice permanentemente lo bueno que eres, lo buena que es tu música, o directamente te considera un ídolo o tienes los pies en la tierra o te lo acabas creyendo y tu ego se va inflando pudiendo rebasar el egocentrismo para llegar a la egolatría. No debe ser sencillo mantener la humildad y la sencillez. Alguna gente considera que incluso está justificado: te lo has currado más o menos, lo que has hecho ha gustado a cientos de miles o millones de personas, has ganado mucha pasta con ello, te adulan, tienes derecho a considerarte “más que los demás” y comportarte como tal ante el resto de los mortales de vidas aburridas y miserables.
Los que sufren las consecuencias generalmente no es el público, sino los que están al lado y trabajan con ellos, promotores y el personal de los conciertos. Por eso el público sigue manteniendo a su ídolo en el altar. Si tuviesemos que tratar con ellos todos los días la cosa cambiaría.
Uno de esos grandes egocéntricos, narcisos y engreídos es Morrisey. Sus desprecios a lo que él considera (en ocasiones acertadamente) la mediocridad de “los demás” son habituales. Pero afortunadamente ha decidido ilustrarnos con una autobiografía de más de 400 páginas en las que indica como convertirnos en un dandy y un gentleman como él. Le estamos agradecidos. Miradle si no ahí todo apuesto con su máquina de escribir en la bañera para que cuando le vengan sus brillantes ideas poder escribirlas ipso facto.
Quizá uno de los cúlmenes de mi idolatría fueron los Smashing Pumpkins hasta el “Adore”. Entre los 16 y los 20 años. Llegué a la carrera con mi carpeta forrada con cosas del Mellon Collie And The Infinite Sadness y tengo el disco firmado por Corgan e Iha. Pero no hablemos de mi, que no soy el importante, el único imprescindible aquí era y es Billy Corgan. Y si no que se lo digan al resto de miembros de la banda, especialmente a D’arcy. En aquellos años de emociones juveniles “intensas”, realmente Billy Corgan (sus canciones) fue algo primordial en mi vida. Que era un estúpido egocéntrico empecé a sospecharlo cuando en los discos de caras B del grupo aparecían estupendas canciones escritas por otros miembros de la banda que jamas aparecían en los discos. Un par de años mas tarde, leyendo entrevistas, viendo la deriva del grupo y la pose cada vez más ostentosa y endiosada de Corgan, ya lo tuve claro.
Recuerdo una frase de una lectura reciente en la que alguien, hablando precisamente de músicos con este tipo de comportamientos egocéntricos los calificaba de esta manera: “gente que se comportaba como si el sol saliese de su ano”. Certero, punzante y maravilloso.
Pero tampoco hay que ser Morrisey o Corgan para creerse más y mejor que los demás. Siendo Morrisey, incluso podría estar justificado. Hace unos años el número 1 de los músicos a los que más “aprecio”, Carlos Goñi (o Revolver) daba un concierto en un maravilloso festival en un pequeño pueblo extremeño llamado Pescueza. Un festival con una noble y ecológica causa y en el que se implican y colaboran con todo su amor y su hospitalidad los pocos habitantes del mismo. Ante algunos problemas técnicos en el inicio de la actuación cogió su micro y empezó a decir que él no podía tocar así, que la parte técnica no era digna de un músico de su nivel ni de su música y que paraba el concierto. GI-LI-PO-LLAS. Ya lo detestaba con todas mis fuerzas antes de ello, pero servía de confirmación. Tener que leerle en algunas entrevistas autoproclamarse como uno de los rockeros más importantes de este país, entre otras chorradas, ya dan ganas de “Devolver”, como dice una amiga. En una entrevista en el Diario Levante de hace algo más de un año dice: “el éxito me convirtió en gilipollas, pero me di cuenta rápidamente y me bajé yo solo». Creer que has dejado de ser gilipollas y seguir siéndolo es el culmen de la capullez. Os voy a ahorrar el disgusto de poner una de sus canciones y os dejo con esta obra maestra de Los Gandules.
Parece difícil, pero divismo y egocentrismo no tienen que ir necesariamente de la mano. Tras la lectura del maravilloso La vida a muerte de Nina Simone al menos eso me pareció pareció. Adoro a Nina Simone casi por encima de cualquier otro músico, pero durante una parte de su vida se convirtió en una persona realmente difícil de tratar. Se sabía diva, sabía el poder magnético que ejercía en el escenario y sus comportamientos y actitudes en los los conciertos y sus previas eran completamente fuera de tono y el terror de los promotores, que precisamente por ello, no querían contratarla. Exigencias absurdas y caprichos (algo muy común entre el star system musical), conciertos que podían acabar tanto en éxtasis como en una trifulca con el público, al que no tenía problemas en insultar si le molestaban sus comportamientos. Impuntualidades, shows acabados antes de tiempo por capricho, cancelaciones imprevistas y borracheras. Solo estuvo una vez en España. En Pamplona. Se debió beber todo el mueble bar del hotel, pedir caprichos de todo tipo, se bañó desnuda y borracha en la piscina del hotel, borracha llego al escenario y ante las quejas de gran parte del público se puso a increparlos. No solo se la tuvieron que llevar de allí sino que ante la amenaza de denuncias la montaron en un coche y cruzaron rápidamente la frontera francesa, que era el país donde entonces vivía.
Déspotas, tiranos, misóginos, maltratadores.
Tenemos tendencia a idolatrar a músicos embarcados en causas y luchas sociales (excepto a Bono, del que luego hablaremos). Nina es una de ellas por su lucha en el movimiento por los derechos civiles en EE.UU.
Otro icono personal y de la lucha social es Fela Kuti. Cuando alguien pasa a estatus de icono, generalmente se acaba prescindiendo de todo lo demás que hizo como músico y como persona y se olvidan los matices y los “peros”. Fela se ha convertido en las últimas décadas en una figura positivizada sobre todo por su lucha contra los dictadores y tiranos africanos y por la defensa del “panafricanismo” y de un continente libre de esclavitud colonial. Es fácil verlo en camisetas, puño en alto, con el perfil de África detrás. Todo cierto: es difícil encontrar en todo el mundo un músico que haya estado peleando al mismo nivel y sin miedo con dictadores de todo pelaje. Sufriendo unas terribles consecuencias por ello.
Pero se habla poco de sus sombras. Algunas muy oscuras y ciertamente contradictorias. Fela, crítico feroz de dictadores y tiranos nigerianos y de otros países del continente, manejaba de forma tiránica y despótica en muchas ocasiones, no solo a los miembros de su banda, sino a todos aquellos que vivían en Kalakuta Republic (la república independiente que creo en los 70 dentro de Lagos). Imponía una disciplina casi marcial con sanciones y castigos, incluso físicos, a los que rompían las reglas que allí dentro regían. De ahí los enfrentamientos por ejemplo con su batería orignal, Tony Allen, que acabó saliendo de la banda.
Su madre era una de las pioneras del activismo feminista en su país y sin embargo él era un misógino. No lo digo yo, lo dicen las que convivieron con él y queda bastante claro si rascas un poquito en su biografía. Además fue un cruzado público contra la homosexualidad y el preservativo y se hartó de decir que el SIDA era un invento del hombre blanco, siendo finalmente la causa de su muerte. Algunos diréis que hay que entender el contexto, el momento, el país y la cultura africana y que con ojos occidentales no somos capaces de comprender esas contradicciones porque nuestro prisma es diferente. Pues fenomenal, pero ahí está.
Otro afamado tiránico con miembros de su banda fue James Brown. Algunos de sus mejores músicos como Maceo Parker o Fred Wesley de hecho acabaron abandonando la banda por estas razones, después de algunos intentos fallidos (no era fácil). Normas estrictas en los ensayos y mucho más en las actuaciones (les señalaba si se equivocaban y eso indicada que habría sanción) y una presión brutal que no todos sabían llevar. Fred Wesley, que emigró a Parliament-Funkadelic lo expreso de esta manera: “Eran dos mundos diferentes. James Brown era como el ejército y George Clinton, como el circo”.
Estos comportamientos con la banda acabaron trasladándose a la esfera personal y fueron agravándose con los años y el consumo de determinadas sustancias. Denuncias repetidas por malos tratos a su mujer, abusos e intentos de violaciones le acompañaron durante décadas. Algunos de esos malos tratos reconocidos por él mismo.
Podríamos seguir por aquí pero quizá nos estemos desviando y adelantando otro posible artículo que sería “los músicos a los que adoras son unos delincuentes”.
Gruñones, huraños, bordes, bocazas y otros capullos en general.
El músico borde es un género en si mismo. Lo sufren los que trabajan con ellos, lo sufre la prensa y también los fans incautos que en algún momento llegan a situarse tan cerca de ellos que se ponen a tiro del desprecio del ídolo. Esa especie de misantropía seguramente surge del endiosamiento, el divismo y la egolatría de la que hablamos al principio. Pero venga, vamos a hacer un esfuerzo de comprensión en este caso. La popularidad que muchos ansían y que trae ciertos beneficios, tiene siempre su reverso tenebroso que viene de la mano de la perdida de intimidad. Si yo tuviese que aguantar a la prensa, a los de las discográficas, a mi mánager, a los cientos de fans que permanentemente me asaltan en cualquier sitio y además tengo que aguantarme a mi mismo, quizá también me acabaría volviendo un borde.
A borde y gruñon difícilmente se le pueda ganar a Van Morrison, aunque él dice que es una imagen creada por la prensa que no se corresponde a la realidad. Pero vamos, el que haya estado en alguno de sus conciertos sabrá que no es precisamente la alegría de la huerta. Hay toda una retahíla de historias de desplantes en conciertos, reproches al público si considera que están haciendo algo que no deben (hay que estar atentos al maestro) y malas manera con los técnicos y miembros de su banda. Es divertido hacer bromas con el viejo irlandés. En una de sus últimas declaraciones públicas además se destapo como un tanto conspiracionista con esto de la pandemia. El abuelo cada vez es más cascarrabias. Os dejo con un vídeo que se titula “Van Morrison not happy with his band”. Pues eso.
Roger Daltrey, cantante de The Who, fue uno de los que se declaró abiertamente a favor del Brexit asegurando que no tendría impacto en el mundo de la música. Hace unos meses firmó una carta con otros músicos británicos quejándose de las restricciones que a partir de ahora tenían para poder tocar en los países de la UE. ¿Se lo decís vosotros o se lo digo yo?. I-DIO-TA.
Uno de los grandes “idiotas” del mundo musical es el hermano de aquel con el que empezamos el artículo: Liam Gallagher. Es verdad que Noel no se queda corto, pero las estulticias del hermano pequeño superan ampliamente a las suyas. Especialmente por su ampliamente ganada fama de bocazas. Su lista de desprecios verbales e insultos, peleas físicas, desfases de niñato y gamberrismo en general es tan amplia que basta hacer una pequeña búsqueda en Google para conocer detalles. Él debe pensar que es la cuota correspondiente al mantenimiento de su pose de “rock star”, pero realmente el término que le describe de manera más ajustada y precisa es el de hooligan. No podemos evitar verle como ese niño-adolescente que hace gamberradas para que le hagan caso y ser el centro de atención.
Hemos dejado para el final a uno de nuestros favoritos, el señor Bono. Aunque a algunos os pueda sorprender la presencia por aquí de este “filántropo luchador por las causas sociales y la justicia en el mundo”, hemos detectado que las antipatías que genera son casi mayores que las filiaciones. Normal. Bono ha construido un personaje alrededor de lo que algunos ven como activismo social y a otros nos huele a pose interesada y narcisista. Un tipo que parece obsesionado con una supuesta “bondad” que huele a superioridad moral un tanto mesiánica.
Tan permanente es su exposición pública en ese sentido que es carne de memes y sátiras en este sentido (en Sotuh Park ya se “encargaron” de él). Hace dos años la web satírica Waterford Whispers tituló: “9 de cada 10 bebés irlandeses nacen con intolerancia a Bono”. Hay un chiste en Irlanda que dice que la diferencia entre Dios y Bono es que Dios no va por ahí creyéndose Bono.
Aunque sin duda las dos obras culmen del cachondeo con Bono son las siguientes. La también irlandesa Sinead O’Connor, que ha confesado públicamente sus tendencias suicidas. En un serie de tweets que publicó bajo el hashtag “razones para seguir viviendo” dijo que lo único que la detenía para no suicidarse es que Bono daría un discurso en su funeral. En realidad nos podíamos haber ahorrado todo lo anterior y haberos dejado con Joaquín Reyes, que en su Celebrity del personaje ya lo dejaba todo suficientemente claro. Solo por ver esto de nuevo, ya merece haber leído toda la turra anterior. Joaquín siempre certero.
Jose Luis Santiago.
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