Antes de nada, si os estáis preguntando si la imagen que encabeza el artículo es el anuncio de una pizza de paella, la respuesta es que sí. Pero vamos al grano. Una de las frases que recordaré de los personajes de Joaquín Reyes en su época chanante/muchachada es la que Manu Chao le dice en un momento de la historia a su acompañante Amparo Sánchez: “Tienes buenas ideas Amparodeamparanoia, pero te haces batiburrillo”. Joaquín no daba puntadas sin hilo en sus personajes y para continuar profundizando un poquito en la cuestión os podéis ver completo el testimonio de Manu Chao, aunque me interesa especialmente lo que dice entre el 1:43 y el 2:17.
“Eso se llama mes-ti-za-je, fusión”. Pues sí, de eso vamos a hablar en este artículo: fusiones, confusiones, mestizajes, eclecticismos y batiburrillos musicales como los que se hace la buena de Amparo según su amigo.
Mezclas musicales han existido desde el origen de los tiempos, pero el nombre específico de fusión o de mestizaje se empezó a utilizar para denominar a cierto género musical que explosionó en los 90 que se definía por mezclar músicas y ritmos de diversas partes del mundo. Después de años escuchando todo tipo de músicas uno se construye sus propias teorías musicales, más o menos acertadas o más o menos absurdas y respecto al asunto del mestizaje o la fusión musical siempre he pensado que hay dos discos que son paradigmáticos y que representan además dos maneras diferentes de afrontar esa mezcla o fusión: Casa Babylon de Mano Negra y Fabulosos Calavera de Los Fabulosos Cádillacs.
El primero representa la fusión en vertical. Los estilos musicales están apilados uno encima de otro en cada canción de manera tan homogénea que es difícil separarlos en la escucha. Es como un guiso en el que los sabores se mezclan para obtener el sabor final que los contiene a todos ellos. Cada cucharada te sabe más a alguno de ellos dependido de los ingredientes que recoja la cuchara. Podéis poner el disco en Youtube o Spotify, pero como ahora no creemos que lo vayáis a escuchar entero vamos a escoger uno de los temas y a ver cuantos estilos musicales sois capaces de decir que aparecen en la canción en algún momento. Salen unos cuantos. Eso sí, antes tenemos que decir que Mano Negra en general y este disco en particular son las claras avanzadillas de otras cosas con las que más adelante no seremos tan complacientes.
El Fabulosos Calavera, de los Cádillacs, representa la fusión en horizontal. Es cierto que aparecen estilos mezclados, pero sobre todo aparecen géneros musicales uno detrás de otro, a lo largo de las canciones y del disco. Muchos. Nunca lo he comprobado, pero si alguien a alguien le motiva el asunto, le reto a que me encuentre un disco en el que aparezcan más estilos musicales y más variados. Es un ejemplo de eclecticismo bien entendido. Si el Casa Babylon era un guiso, el disco de los Cádillacs sería más bien un excelente menú degustación. El que quiera que lo pruebe entero, pero aquí os dejamos solo con uno de los platos, este variadito “Surfer Calavera”.
Hasta aquí todo bien, pero volvemos al principio y la cosa empieza a torcerse. Tenemos la sensación de que en España ha habido dos olas de ese “género” musical que se ha llamado mestizaje (etiqueta usada por bastantes publicaciones musicales). Una empezó a finales de los 90: Macaco, Ojos de Brujo, Dusminguet, Mártires del Compás, Cheb Balowski, Los Delinquentes, Chambao o nuestra amiga Amparanoia, entre otros. La otra la venimos observando desde hace unos años: Canteca de Macao, El Puchero del Hortelano, Bongo Botrako, La Sra. Tomasa, La Pegatina, Muchachito, Juanito Makandé, La regadera, D´callaos o incluso La Raíz, entre muchos otros. Si queréis más nombres no tenéis más que miraros los grupos que han tocado en el escenario “buenrollito” del Viña Rock (nosotros también estuvimos una vez allí) en sus sucesivas ediciones. No metemos a todos los grupos anteriores en el mismo saco, pero si a una gran parte de ellos, especialmente en esta última oleada.
Nos imaginamos una nave industrial en un polígono a las afueras de Barcelona (no podría ser otra ciudad) llena de músicos a la que cualquiera dispuesto a montar su grupo de “fusión” puede ir a escoger “el género”: “póngame un músico que toque percusiones africanas, un par de ellos con rastas, uno que hable brasileño para meter frasecillas en una canción, alguno que se haya hecho un viaje por Latinoamériéa de mochilero, un par de músicos de otros países, uno que toque algún instrumento singular o pintoresco, uno que lleve camisetas de la NBA o de equipos de fútbol internacionales y alguien que haya colaborado con Manu Chao”. Te van enseñando, eliges y te llevas tu grupo de fusión al local de ensayo, al menos a nivel envase o empaquetado. Fusión de chapa y pintura. Algo así como Mr. Potato: la base es la misma, pero le vas cambiando los accesorios y puedes configurar auténticos engendros formales sin coherencia alguna. Verdaderas confusiones. Si en nuestros dos primeros ejemplos hablábamos de un buen guiso o menú desgustación ahora tendríamos que hablar de arroz con cosas.
Todo el mundo esta en su derecho de pensar que por mezclar un ritmo de ska, con un rapeo y alguna percusión latina, está haciendo fusión musical, pero nosotros estamos en el nuestro de que muchas de estas propuestas nos parezcan un batiburrillo insulso. Además parece que en algunas ocasiones el reto de estos grupos es meter cuantos más estilos musicales en una canción mejor, como si lo de la fusión fuese una cuestión cuantitativa. Dos bien mezclados ya sería suficiente.
A veces para fusionar dos músicas solo hay que encontrarles el punto en común y en mucnas ocasiones ese elemento común está en el origen de ambas. Algunos estupendos encuentros de los ritmos y músicas de África con las de otros países, vienen por esa vía. El maestro de la kora, Toumani Diabaté tiene dos buenos ejemplos de ello. El primero cronológicamente es el que tuvo con Ketama (en su buena época) y con el contrabajista Danny Thompson que dio como fruto uno de los mejores discos de fusión musical que se han hecho en este país, el maravilloso Songhai. Perdonad la calidad de sonido de la grabación, pero creo que merece la pena ver a los músicos tocando sin algarabías, sin aspavientos, mezclando estilos, pero sonando como una unidad.
El otro encuentro de Toumani es con el blues, más concretamente con el grande y siempre musicalmente inquieto Taj Mahal. Otro disco imprescindible de las fusiones musicales como es el más desconocido pero igual de impresionante Kulanjan.
Algunos me diréis que son un poco ventajista comparando a gente del nivel de Toumani, Taj Mahal o Ketama con los muchachos de Bongo Botrako o La Pegatina. Bueno, yo no los estoy comparando, pero sí que se podría intuir que la buena mezcla viene del conocimiento profundo y del dominio de las posibilidades de los ingredientes que estás intentando juntar. Aunque para algunos la fusión sea abrir un bote de esos de mezcla de especias que venden en el Lidl y echárselo a cualquier cosa. Trasladad vosotros el símil del ámbito gastronómico al musical.
Normalmente la música de fusión tiene una voluntad de ser cálida, sobre todo porque los sonidos de los que se nutre en muchas ocasiones vienen de de zonas calientes. Sin embargo dos de los grupos actuales que mas nos gustan son de latitudes frías. The Souljazz Orchestra desde Ottawa en Canadá y los suecos Goat desde Korpilombolo (eso es lo que dicen ellos, pero no hay que hacerles mucho caso)
The Souljazz Orchestra tienen ya un buen puñado de discos. Aunque tienen una base afrobeat bastante constante, en sus discos te puedes encontrar de todo y bueno: jazz, ritmos africanos, salsa, soul, merengue, samba, cumbia, funk, reggae, etc. En unos casos el conjunto resulta más atractivo que en otros, pero siempre por encima del bien y normalmente en el notable. Nos sorprende que se trate de una banda semidesconocida en España (como les pasa a Goat, por cierto). Si aún no habéis oído nada de ellos perfecto, tenéis ocho discos para escuchar y disfrutar.
Si el afrobeat es el nexo de unión de la música de los canadienses, la psicodelia y lo tribal son las amalgamas de la fusión de los suecos Goat (cabra). Además se han construído a su alrededor una imagen peculiar y una historia más allá de su propia música en torno a su supuesto lugar de procedencia, Korpilombolo, en Laponia pegando a Finlandia:
“La leyenda ha contado durante siglos que los habitantes del pueblo de Korpilombolo estuvieron dedicados a la adoración y a las prácticas de vudú. Esta extraña y aparentemente improbable actividad fue introducida en la zona, por lo visto, tras el viaje de un brujo y de un puñado de sus discípulos, que llegaron a Korpilombolo siguiendo un código numérico oculto dentro de sus más sagradas y antiguas escrituras. La razón que les llevó allí es desconocida, pero su influencia vudú rápidamente se instaló en todo el pueblo y por eso lo hicieron su hogar, donde pudieron practicar su oficio y pasar desapercibidos durante varios siglos.”
Si a esto le añadimos las máscaras y ropajes con las que salen a escena y que han publicado dos de sus tres excelentes discos en la casa madre del grunge, Sub Pop, el resultado es tan atípico como estimulante y los convierte en una de mis bandas favoritas actuales.
Para que no os acostumbréis a lo bueno, hemos decidido ahora mismo dejaros con una canción cualquiera (no es que haya grandes diferencias) de uno de los grupos de fusión que más lo están petando actualmente en nuestro país, La Pegatina.
“Cómo eres! Pues tampoco está tan mal el tema”. A ver, no te pitan los oídos, pero la cosa no puede sonar más precocinada. Un poco de rumbita por aquí, una melodía pegadiza y simplona, unos vientos en modo ska, una partecita así como reggae, le metemos un poquito de acordeón y “palante”. Unos Yatekomo: echar agua, meter en el microondas, calentar un minuto y a comer.
Si no habéis tenido suficiente con esto, podéis continuar viendo vídeos de La Pegatina o de cualquier otro grupo de los que nombré a principio del artículo en modo aleatorio en Youtube, pero volvamos a lo bueno. Si antes hemos puesto dos ejemplos “venidos del frío”, hay que reconocer que en ciertas latitudes la fusión es tan natural como el propio carácter mestizo de la sociedad y la cultura de los países en los que surge. Nos referimos a América Latina, que es precisamente donde surge el término mestizo para referirse a los hijos de un padre o madre de raza blanca y un padre o madre de raza amerindia.
Aunque muchos de los géneros musicales de Centro y Sudamérica son ya de origen mestizo, el espíritu de mezcla permanente se sigue ejercitando por muchos músicos del continente. Además con una voluntad de mirar hacia el presente y el futuro y no exclusivamente hacia el pasado. Vamos con dos ejemplos de bandas que hacen nueva cocina partiendo de los fogones tradicionales. En ambos casos además hay otro elemento en común común: cuando pensamos en música de fusión nos imaginamos percusiones de todo tipo y otros instrumentos del folclore. No es el caso de estos dos grupos, con formaciones que bien podrían ser la de cualquier banda de rock o pop contemporáneo.
Los primeros son los paulistas Metá Metá. Las músicas de Brasil son el paradigma de lo mestizo. La gran presencia de esclavos africanos durante la colonización proporcionó a la música del país una mayor negritud que a la de otros países vecinos (aunque en todos ellos tiene una gran importancia). Su sonido es difícil del clasificar, hay todo tipo de ritmos brasileños, pero también hay jazz, funk, punk, art-rock, etc. Muy poderosos.
Lo de “únicos e impredecibles” se le puede aplicar a muy poquitos grupos y sin duda uno de ellos son los colombianos Meridian Brothers. Originales, inclasificables y muy muy colgados. No es de extrañar que el Niño de Elche les haya echado el ojo para su nuevo proyecto. Aunque se les podría meter dentro de un movimiento musical en su país que es el de la psicodelia tropical contemporánea, los Meridian trascienden la etiqueta: salsa, guaracha, cumbia, merengue, vallenato y otros géneros tropicales pasados por el filtro de sus teclados, sus ordenadores y sus voces pitufadas. No vais a encontrar nada igual. Es algo así como si hubiesen venido los marcianos, hubiesen aterrizado en Bogotá y se hubiesen puesto a hacer música.
Hay bastantes bandas actuales que desde el del rock y probablemente un tanto cansadas de las mismas estructuras y sonoridades de siempre o simplemente por una voluntad natural de ir un poco más allá o de probar cosas nuevas, deciden mirar hacia otras músicas. Como ejemplo bien nos vale una banda estadounidense, The Budos Band, y una española, Mohama Saz.
The Budos Band se marcaron en 2014 uno de los discos que metería en cualquier lista de favoritos personales. Se llamaba Burnt Offering y a los ingredientes de sus tres anteriores trabajos (afrobeat, funk, música etíope, soul) le añadieron la presencia de sonidos del rock setentero (Sabbath, Zeppelin, etc). Es un buen ejemplo de que la buena fusión a veces lleva a las bandas a encontrar un sonido propio y único que les identifica y les diferencia de cualquier otro grupo. No como a nuestros grupos de “confusión” en los que puedes intercambiar sus canciones entre ellos sin ningún problema. Son modulares, como Mr. Potato.
https://www.youtube.com/watch?v=-gOK9LjTtl8
Hemos mirado bastante a África y a Latinoamérica, pero hay una zona que todavía no hemos visitado y que ha dado buenos discos de fusión, el Mediterráneo. Aquí, Radio Tarifa son referentes imprescindibles, pero hemos decidido fijarnos en una banda contemporánea, con músicos que vienen del rock, que se llaman Mohama Saz y que miran sobre todo hacia el lado oriental del Mediterráneo con ciertos misticismos de fondo y aires de jazz espiritual, entre otras cosas. Hemos leído que no les acaba de convencer del todo la etiqueta de “fusión”. Quizá porque es una marca que no dice nada musicalmente y que ante ciertos oyentes te sitúa en el cajón del mestizaje “buenrollitero” con el que no tienen nada que ver. “Crossover” hemos leído en otro sitio. Bueno, pues lo que quieran. Tienen tres discos muy recomendables en los que han ido evolucionando su propuesta.
Y vamos a acabar con dos propuestas electrónicas. O al menos de base electrónica combinada con instrumentación orgánica. Probablemente fueron los Transglobal Underground los primeros a los que se les puso esa etiqueta, que a nosotros nos da bastante repelús, de etno-techno o electro world music. Y nos da reparo porque en muchas ocasiones se trata de propuestas facilonas que funcionan a últimas y nocturnas horas de los festivales (en el Womad hemos visto muchas) cuando el personal ya va bien alicatado y necesita muy poco para entrar en un baile en pseudo-trance: una base electrónica bailable, unas percusiones tribales, una voz potente y exótica, algún que otro sampler étnico y “patapún palante”. Pero bueno, hay cosas un poco más curradas que si nos gustan
En 2004, los franceses Watcha Clan, editaron una estupendo disco llamado Diáspora hi-fi en el que miraban hacia el mediterráneo desde la electrónica orgánica y el dub con bastante presencia en varias en sus canciones del folclore balcánico.
Y acabamos de nuevo en continente americano con unos que ya tienen un buen puñado de discos y de años de trayectoria, el Instituto Mexicano del Sonido. Con ese nombre es fácil de imaginar por donde va la cosa: cumbia, rancheras, corridos, mariachis, boleros y otros géneros del folclore mexicano, aderezados con la electrónica y en general con un espíritu bastante festivo. Pero como somos así de aguafiestas hemos decidido escoger un tema de su disco Político en el reparten bastante estopa al estado de su nación.
Jose Luis Santiago.