Fue en el segundo de los artículos de esta serie Hendrix quemó su guitarra cuando hablé del acordeón y de cómo había pasado de ser un instrumento que aborrecía a uno de mis favoritos. Mi relación con el arpa tampoco fue la de un flechazo a primera vista (u oído). Más bien lo contrario. Y mira que el instrumento y la manera de tocarlo resultan imponentes y atractivas. Tiene un aire místico y una presencia escénica visual indudable, pero es que mis primeros recuerdos son los de los números musicales en las películas de los Hermanos Marx. Me encantaban sus pelis desde que era un pequeñajo de la misma manera detestaba esas canciones en las que Harpo tocaba el arpa porque eran un cortarrollos de lo que yo quería, seguir riéndome. Que acaben ya, por favor!. No empezamos bien, no.
Quizá no acabé de recuperarme del todo hasta hace no muchos años, gracias a una terapia de choque tan brutal como la de quedarme enganchado a un disco solo de arpa y voz, el de Joanna Newsom. Así que si queréis podemos empezar con ella, “la artista que conquisto el indie con un arpa”. Quién se lo iba a decir a ella (y a nosotros).
Nos flipa esta canción y esta actuación. La propia Newson reconoce que su forma de tocar del arpa está alejada de la de los arpistas clásicos. Por ahí seguramente venga un poco mi reconciliación con el instrumento. En este solo de la Newsom ya adelantamos algunas cosas que vamos a ir comprobando a lo largo del artículo: que es uno de esos instrumentos que mola verlos tocar independientemente de la música que hacen y que hay una mayoría de mujeres arpistas. No tenemos certezas sobre las razones de esto último pero la intuición nos dice que probablemente hay algo en el instrumento, en su sonido y en su forma de tocar que tenga una mayor proximidad con la sensibilidad artística y emocional de las mujeres. De hecho, vámonos a los dos grandes nombres del instrumento fuera del arpa clásica: Alice Coltrane y Dorothy Ashby.
Probablemente sea más popular la faceta como arpista en el jazz de Alice Coltrane. Ella era fundamentalmente pianista y tocaba algún otro instrumento, pero el arpa rompía tanto con lo que uno esperaba de las formaciones de jazz, que se hizo muy popular precisamente por ello. Además tuvo una carrera continuada en el género en formaciones de primer nivel y eso le dio más repercusión. Pero la verdadera pionera, la que introdujo el instrumento el el jazz y desarrolló una carrera completa como arpista, con incursiones en el R&B y el soul fue Dorothy Ashby. Vamos con las dos, la primera en un solo con el instrumento y la segunda en una composición de jazz más clásica, que nos gusta más, la verdad.
El despliegue de Alice Coltrane es exhuberante, pero precisamente es lo que menos nos gusta del arpa. Esas escalas rápidas arriba y abajo (glissandos), que suenan realmente celestiales, pero que a un servidor le acaban empalagando un poco. Me mola más que el instrumento suene integrado en una formación con otros, sin necesidad de estar en un primer plano protagonista de manera permanente. Es cierto que es tan imponente que resulta difícil no ponerlo en primer término, pero vamos con un par de ejemplos donde el arpa es una más, dos canciones de aires melancólicos y crepusculares que parecen ser dos de los estados de ánimo en los que más cómodo se encuentra el instrumento. El primero de ellos en aquel imprescindible “Deserter’s Songs” de Mercury Rev, que sin saberlo es un disco al que hubiésemos apostado que le pegaba un arpa. La segunda es esta preciosa Come Down In Time de Elton John.
Existe una tercera opción para el instrumento que es la de darle un papel secundario o principalmente decorativo. Hay que reconocer que un arpa queda bien vistosa en una banda, hace lucir el escenario y como ya hemos dicho, solo ver a alguien tocándola ya da mucha presencia. Así que Florence and The Machine deciden llevársela a algunas de sus actuaciones y es verdad que, aunque me diréis que es lo único que se escucha al principio de la canción, en cuanto empiezan las percusiones, guitarras y resto de instrumentos, el sonido del arpa pasa a ser sepultado y queda como algo de fondo apenas perceptible (pero muy bonito en el escenario). En el caso del hiper-éxito de Eurythmics, hay que estar un poco atentos, pero a mitad de la canción, cuando salen los angelitos y sus coros (como no) podréis distinguir algunos toques de un arpa. No es descartable, siendo los 80, que sea un arpa electrónica o ni siquiera eso, sino unos sonidos MIDI.
El arpa es uno de los instrumentos más antiguos que se conocen (Asiria y Egipto), con una componente muy tradicional en ciertas zonas del mundo y por tanto bastante ligado al folclore de esos lugares. De hecho hay múltiples variedades formales del mismo: arpa celta, arpa andina, arpa clásica, arpa paraguaya y arpa venezolana, entre otras. Así que vamos con un paquetito de folclores con variantes de tamaños más reducidos. Dos de los grandes nombres del arpa celta, uno de los referente clásicos como es Alan Stivell y otro contemporáneo como es Lorena Mckennit ya un poquito al borde de la “new Age” y que hará las delicias de los antiguos seguidores del programa de Ramon Trecet en Radio 3. Después saltamos el charcho y nos vamos a otra variante pequeña del instrumento, aunque no tanto, que es el arpa jarocha mexicana con la gran Lila Downs.
Los “modernos” también han sentido la tentación de recurrir a la llamada del instrumento en algún momento. Es normal, probablemente ante tu “moderno” público, recurrir a meter un arpa en alguna de tus canciones te convierta en el summun de la modernidad. O al menos te de una imagen de músico rompedor e imaginativo que recurre a instrumentos poco convencionales y tan glamourosos como el arpa. Eso y que hay que reconocer que el timbre del arpa tienen un carácter místico y angelical, que confiere un carácter no mundano y que puede llevar a una canción a situarse en una dimensión superior de belleza etérea que a los “modernos” les resultará lo más. A partir de la mitad de este Motion Picture Soundtrack que cerraba el “Kid A” de Radiohead aparece un arpa “glissando parriba, glissando pabajao” (cuando nos ponemos técnicos…) en un ejercicio que ya hemos dicho que suele repetirse bastante, pero que a nosotros nos resulta un poquito empalagoso. Mejor Björk en este caso, con esta versión orquestada del Hyperballad con un instrumento mucho más contenido, aunque solo suene en los primeros momentos de la canción.
Vamos al ya tradicional momento en esta serie de artículos en el que nos dedicamos a ver qué tal se le ha dado en “el negreo” al instrumento. Así a priori uno no se lo imagina dentro del funk ni en las variantes más rítmicas, bailongas y sudorosas del género. Pero pensemos en el soul suave, sedoso y aterciopelado. En el soul tierno, amoroso y musicalmente preciosista. Ahí ya encaja más la “elegancia” y “delicadeza” del arpa. El trío en esta ocasión viene encabezado nada menos que por Curtis Mayfield. Le sigue una jovencísima, contemporánea y bastante desconocida Ángela Muñoz. Y rematamos con una versión del clasiquísimo “Mercy, Mercy me” a cargo de Reuben Wilson en un despliegue de variedad instrumental en el que caben en la misma canción la marimba y el arpa, entre otros varios.
Una de las actuaciones en directo más bizarras que hayamos visto nunca tuvo a una arpa como protagonista. Bueno… un arpa láser. Tenía forma de arpa pero las cuerdas eran haces de luz laser que provocaban un sonido de arpa sintética al ser interrumpidos por la mano. Si a eso le añadís una una cantante de ópera gótica y una estética de los músicos entre Blade Runner y los supervillanos de la primera de Supermán, imaginaos el espectáculo. ¿A que viene esto ahora? Pues a que el arpa ha sido un instrumento altamente codiciado desde el mundo “new age”. Seguramente propiciado por ese aire celestial del instrumento que muchos han debido considerar como una herramienta de primer orden para la consecución de relajaciones y “misticismo coelhianos”. Estamos seguros que la encontraríamos en alguna o varias canciones de Enya, pero mi salud mental no me permite ponerme a buscarla. Sin embargo si que os cuento que el arpista alemán Andreas Wollenweider es uno de los grandes referentes de new age y que si os mola el rollo ahora mismo podéis bajar la luz de vuestra habitación, encender el pachuli, cerrar lo ojos e intentar concentraros en busca del sentido de la existencia a lo largo de los ocho minutos de este “The Woman and Stone”. Yo no he podido ir más allá de los 30 segundos sin ponerme nervioso.
Encaucemos esto, por favor, que está derivando peligrosamente. Lo más “moderno” que ha pasado por aquí, son Björk y Radiohead con canciones que tienen cerca de dos décadas (si no las han cumplido ya). Así que algunos pensarán que de modernos nada. Cuando ya teníamos cerradas las canciones que os iba a poner por aquí, sin buscarlo se me apareció el instrumento en un par de temas actuales (¿sería una señal?). Una de ellas además dentro del insospechado mucho del urban, el latineo y el arenbí con el estadounidense Gabriel Garzón, hasta el mintuo 3:50 de este Tiny Desk Concert. Y la verdad es que queda muy bien, seguramente por lo que hablamos en párrafos anteriores: está perfectamente integrada y no hay una voluntad de convertirla en protagonista. El otro caso es dándole un toque preciosista hacia la mitad de la canción a ese temazo soul contemporáneo de Caribou llamado “Home”.
Vamos a acabar como empezamos. Si inauguró Joanna Newson, la solista que nos hizo cambiar nuestra perspectiva sobre el instrumento, vamos con un descubrimiento similar y reciente a cargo de otra arpista solista de formación clásica. Se llama Mary Lattimore. Si Joanna miraba hacia el indie, en la música de Lattimore hay una voluntad de crear atmósferas y paisajes sonoros como si de una banda sonora se tratase. Para ello se vale de una especie de pedal que maneja con la mano y que le permite grabar y repetir loops y añadirles efectos mientras siegue tocando el instrumento. Diferente y sorprendente, sin duda.
Jose Luis Santiago.