@mr_nandonandez
Siempre he sentido una especial predilección por los vocalistas que retuercen y fuerzan su voz, a veces de una manera hasta angustiosa, convirtiéndola en un sello inconfundible de su sonido. Los podemos encontrar en todos los géneros musicales y con mucha frecuencia su personal estilo es fuente de inspiración o directamente de imitación para otros cantantes. Aquí os presento una selección de algunos de mis favoritos.
El primer “aullador” de la lista no puede ser otro que Chester Arthur Burnett, mucho más conocido como Howlin’ Wolf. Su origen familiar en los campos de algodón, su trayectoria musical, su inconfundible voz y su apabullante presencia le convierten, en opinión de muchos, en la mismísima alma del blues clásico.
Aunque su fama inicial se debió sobre todo a su enorme talento como trompetista no tardó demasiado, gracias a su inconfundible voz y forma de cantar, en convertirse también en uno de los vocalistas más carismáticos de la historia del jazz: efectivamente hablamos de Louis Armstrong.
Otro imprescindible en esta selección es Screamin’ Jay Hawkins, un cantante que al margen de su estrafalario aspecto de hechicero vudú tenía talento de sobra como para componer un clasicazo como «I Put A Spell On You». Como curiosidad podríamos añadir que a lo largo de su vida interpretó pequeños papeles en varias películas, entre ellas “Stranger Than Paradise”, de Jim Jarmusch, en la que coincidió con otro músico del que ya hemos hablado en TONOSONE, John Lurie.
Otro grande muy aficionado a los estilismos “arriesgados” es Little Richard que ha dejado para la historia un legado repleto de hits entre los que destacan «Tutti Frutti», «Long Tall Sally» o este «Good Golly, Miss Molly», en esta versión incluida en la banda sonora de “Rafi, un Rey de Peso” con John Goodman de invitado especial en el videoclip.
No se puede decir nada de James Brown que no quede pequeño al lado de su trayectoria así que no lo vamos a hacer. Solo apuntaré que hay que ser muy grande para pasar de ser un recluso adolescente en una prisión de Georgia a convertirse en la figura más importante de la historia del soul.
Heredero y alumno aventajadísimo de los anteriores es sin duda Barrence Whitfield, cuyo nombre real es Barry White (!!!), uno de los últimos –al menos de momento- screamers del soul contemporáneo que lleva los últimos treinta años paseando por todo el mundo, con diferentes acompañantes, su arrolladora energía. En su última entrega discográfica encontramos un tema que no podría encajar mejor en este artículo, «The Wolf Pack».
Warren Zevon es una de las leyendas -quizá poco reconocida- del rock clásico americano, pero realmente no es un “aullador” en el sentido estricto del término. De lo que no tenemos la menor duda es de que es venerable por muchísimas razones. Además en una de sus canciones más conocidas sí que se animaba literalmente a aullar a la luna londinense, por lo que no podía faltar en esta lista.
Captain Beefheart es sin duda uno de los grandes innovadores y experimentadores de la historia de la música del siglo XX, ya que en su música se dan cita el blues, el rock, el free jazz y la psicodelia con total naturalidad. Junto a la Magic Band grabó apenas una docena de discos entre 1967 y 1982 pero su influencia en la evolución posterior del rock contemporáneo es innegable. Don Van Vliet, que era su verdadero nombre, inició tras abandonar su aventura musical una reconocida carrera como pintor hasta su fallecimiento en 2010.
Si hay un grupo de rock en el que el “aullido” es la inconfundible marca de la casa está claro que es AC/DC. En los comienzos Bon Scott y después Brian Johnson, tras la prematura muerte de aquél, han puesto la voz perfecta para las composiciones de los hermanos Young a lo largo de los últimos cuarenta años. No voy a entrar en juicios absurdos de cuál de los dos es mejor, nos quedamos con ambos.
Mark Lanegan inició su andadura musical en la “cara oculta” del grunge con los Screaming Trees, aunque desde entonces le han faltado muy pocos estilos por tocar en una carrera en la que hay revisionismo folk, stoner rock e incluso últimamente la electrónica, por citar algunos. Eso sí, ya sea en solitario o con banda, en todas esas aventuras tan dispares el sello inconfundible es una voz rasgada y profunda que le acompaña desde los ya lejanos 90.
Algo menos conocido para el gran público puede ser John Martyn, cantautor británico que si bien no era en origen especialmente “aullador” sus problemas de salud y su relación con la bebida y las drogas a lo largo de sus cuarenta años de carrera fueron “tallando” su voz hasta convertirla en una especie de susurro afónico completamente hipnótico. En 1998 publicó The Church with One Bell un inspiradísimo álbum de versiones en el que encontramos esta genial revisión del original de Portishead «Glory Box».
Siempre se ha destacado a Josele Santiago por ser un letrista genial o por su talento como guitarrista pero aquí llamaremos la atención sobre su especialísima forma de cantar, ya sea en sus discos en solitario o en su dilatada carrera al frente de Los Enemigos. Su capacidad de pasar en unos pocos compases de voz grave y oscura a subir a agudos retorcidos es asombrosa, y además encaja perfectamente con el surrealista universo que construye con sus letras. Sirva como ejemplo este «Mi Prima y Sus Pinceles» de su primer trabajo en solitario Las golondrinas etc.
Roberto González, mucho más conocido como Rockberto es uno de los personajes más peculiares que haya poblado nunca la escena musical de España. Su aspecto, su forma de cantar y su filosofía de vida le convirtieron en un icono y a su banda, los geniales e injustamente poco reconocidos Tabletom, en una referencia del rock andaluz que explotó en la década de los ochenta.
Probablemente el género musical que más claramente tiene en el “aullido” como parte fundamental de su esencia misma sea el flamenco. Por esta razón prácticamente cualquier cantaor tendría lugar sin ninguna discusión en esta lista, pero como no caben todos en este artículo he elegido a uno de ellos cuyo quejío me parece particularmente intenso: Manuel “Agujetas”, que realmente sobrecoge en este martinete extraído de “Flamenco” de Carlos Saura.
El tango tiene también su “venerable aullador”, se trata de Roberto “Polaco” Goyeneche, una auténtica institución en Argentina gracias a su particular forma de cantar, su fraseo rubato y su capacidad para imprimir su personalísimo sello a los grandes clásicos del género. En esta grabación de la maravillosa «Balada para un Loco» le acompaña al bandoneón uno de los genios universales de nuestro tiempo, Ástor Piazzolla.
Si podemos señalar a alguien que recoge el testigo de “El Polaco” ése es sin duda (Daniel) Melingo, saxofonista, rockero y más tarde tanguista argentino cuya voz parece salida del mismísimo lugar en el que nació el tango.
Otro espíritu libre cuyo sonido mezcla tradición y modernidad con muchísimo sentido es el italiano Vinicio Capossela. En su discografía encontramos desde versiones de clásicos melódicos italianos hasta canciones marineras o música tradicional griega o italiana, pero siempre conservando el “sello Capossela” gracias, en gran medida, a su inconfundible voz.
No, no había olvidado al cantante que durante los últimos 50 años ha hecho del aullido, el gruñido y la ronquera sus señas de identidad inequívocas. Es obvio que me refiero al grandísimo Tom Waits, cuyo genio y creatividad unida a una incansable capacidad de exploración de nuevos sonidos le sitúan a la altura de los más grandes de la historia musical. Por esa razón me ha parecido que era lo más adecuado que su voz oscura y cavernosa despida este artículo. Realmente me ha costado verdaderos esfuerzos elegir una canción de los cientos que tiene su repertorio, pero finalmente me he decidido por esta joya, «Innocent when you dream», en la que la rudeza de su voz se mezcla con la delicada melodía
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