Jose Garzón.
Sólo somos mar
y la certeza de los días
que no olvidaremos,
el latido de la ciudad
que nos habita,
la respiración agitada
de sentirnos vivos,
las coordenadas precisas
del lugar
en el que nos enamoramos
por vez primera.
Sólo somos mar
porque nuestra piel
está recubierta de una
coraza de salitre
y cuando te beso
siento tan intenso ese sabor
que no puedo evitar
morirme de miedo.
Tú dices iré
pero no basta,
(es el océano quien domina
la tierra y no al revés).
El nordés barre la superficie del mar
hasta alcanzar la orilla.
Me habría desprendido de ti
antes de que la luz del sol
lamiera tus perfiles
si hubiera tenido huevos.
Y te habría dejado marchar
mientras escuchaba
una y otra vez
quién va a regar el ramo
cuando pare de llover.
Entonces nadaría por las mañanas
para intentar olvidarte
y pasaría las tardes
bebiendo cerveza
y echándote de menos.
Y miraría el mar para verte.
Y miraría el mar.
Sólo somos mar
y amanecer,
la primera página de una novela
de Lobo Antunes, ese momento
del día en el que nos mentimos
creyéndonos invencibles,
el corazón cansado
de batir,
el grito de un suicida
en mitad de la noche,
un taxi libre al acecho
que recorre lentamente
las avenidas del centro,
los restos del naufragio.
Sólo somos mar
y algunos mapas,
la algarabía de la fiesta,
una película mientras llueve,
el nacimiento de un hijo,
un poema de Karmelo Iribarren
(cualquiera),
el significado preciso
de ciertas palabras.